Si dejo de ser yo misma para
contentar a los demás, no soy nada. Si paso por alto mis valores y mis
convicciones, no soy nada. Si no hago lo que sale de mi corazón, pierdo mi esencia.
Y si pierdo mi esencia no soy nada.
Cumplir años es genial, pero hacerte
mayor es una mierda. Cuando eres joven lo ves tan lejos, piensas que falta
tanto para los treinta, para los cuarenta… pero ya están casi ahí… ya no te
parecen tan malos. Como dicen los cuarenta son los nuevos treinta, y así
sucesivamente.
Pero cumplir años nos da algo
maravilloso, y es el hecho de poder hacer lo que creo coherente con mis
valores y principios sin necesidad de tener que demostrarle nada a nadie, más allá
de a mí misma. Y eso es algo que no podía afirmar con tanta rotundidad cuando
era más joven.
Y aunque siempre soy consciente de
que esto es como una cuenta atrás, que cada momento vivido no volverá, eso del carpe diem, y tengo muy presente la
muerte, por el miedo que me da, al mismo tiempo reconozco que estoy viviendo el
mejor momento de mi vida, y no me cambiaría por vivir ningún momento pasado.
Una de las mejores cosas que me han
dado los años es poder actuar conforme creo que tengo que hacerlo. Seguramente me
equivocaré muchas veces, todo el mundo se equivoca. Pero cuando hago lo que me
dicta el corazón es como algo superior a mí misma, quién soy yo para
contradecir a mi corazón.
No voy a hacer lo que no creo que tenga
que hacer por contentar a la mayoría. No voy a someterme a normas socialmente impuestas
que no comparto.
Y soy muy feliz, y me siento muy
satisfecha de lo que hago y consigo aunque a veces me fustigue y sea
demasiado exigente conmigo misma, porque no llego a todo y me gustaría.
Pues eso, que si yo no soy quien para
contradecir lo que dicta mi corazón, a ver qué se creen los demás para ni
siquiera cuestionarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario