Los jueves lo recojo a las tres y
vuelvo a llevarlo a las extraescolares a las tres y media para que pasemos esa
media hora juntos. Mateo, en cambio, prefiere quedarse ese rato en el cole
jugando con sus amigos. Después me voy a clase y no vuelvo hasta la noche.
Y el pasado jueves, cuando lo estaba llevando
ya para el deporte, le dije: «Nacho,
me encanta este ratito que pasamos juntos».
Y él me contestó: «Mami, a mí me encanta todo el tiempo
que paso contigo».
Una vez más, me deja sin palabras.
Todos los días me repite en bucle, ya
desde la noche anterior, si voy a estar esperándole en la vallita cuando salga del comedor, y me pregunta por las mañanas qué
vamos a hacer por la tarde y me pide que no vaya a ningún sitio, que quiere
estar conmigo.
Me has dicho muchas veces que yo no tengo que ser nada, solo tu mamá.
Y te aseguro que a mí lo que más me
gusta es ser tu mamá, la mamá de los dos. Es lo que más feliz me ha hecho en
toda mi vida. Ya ni sé cómo podía vivir antes de vosotros.
Me encanta ser vuestra mamá, pero necesito ser otras cosas… quiero ser
mujer, quiero trabajar, y también quiero ser amiga, quiero ser alumna, quiero
ser maestra… quiero seguir aprendiendo, quiero mejorar, sobre todo por mí misma,
pero también por vosotros.
Me gusta el tiempo que pasamos
juntos. Me gusta que te guste la misma música que me gusta a mí, y que ya
escuches en bucle y cantes canciones de Funambulista, aunque tienes claro que
tu favorita es Shallow de Lady Gaga y
Bradley Cooper.
Y que me sorprendas con preguntas
como qué es un hater porque lo has
escuchado en una canción de Leiva.
Me encanta la imaginación que tienes
para inventar juegos, como llevas la voz cantante cuando juegas con Mateo, y
también que a veces me des permiso para entrar en tu guarida que has montado en
el salón.
Me gusta hasta que te pongas un poco
celoso si estoy dándole cariño a Mateo; me querrías solo para ti, pero tienes
que compartirme con el hermano porque yo no puedo elegir a cuál de los dos
quiero más, por mucho que me lo preguntéis todos los días, mi respuesta no va a
cambiar.
Ya desde que erais bebés estuve
durante tres años trabajando siempre por las tardes, llegando a casa tarde, y
os poníais felices cuando llegaba aunque quizás solo fuera por engancharos a la
teta. Seguro que notabais la ausencia, pero aún erais pequeños para
verbalizarlo.
En aquella época daba clases hasta
las diez de la noche. Vivimos en una sociedad con unos horarios imposibles para
conciliar, para encargarnos de nuestros hijos.
Perdonadme por el tiempo que dejo de
dedicaros por luchar por una ilusión. Sois mi fuerza, mi orgullo, mi luz. La luz
de mi vida.
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