Cuando algo me ronda la cabeza lo que
me llama es redactarlo, expresarlo con palabras por escrito me hace ver las
cosas más claras. A veces fluye, y cojo el ordenador y las manos van solas…
incluso si lo leo unos días más tarde es como… ¿pero esto lo he escrito yo?
Otras veces no me resulta tan fácil,
ideas van y vienen de mi cabeza, ideas que me llevan rondando un tiempo,
reflexiones sobre este último año, como una forma de cerrar el ciclo del año
que termina o incluso los propósitos del nuevo año.
Y las ideas que me vienen son acerca
de cosas de la vida, que es un continuo aprendizaje; creemos que llega un
momento que sabemos lo que tenemos que saber, que tenemos un control sobre
nuestra vida, pero las circunstancias cambian, incluso cuando tienes la vida
más o menos encaminada, habrá situaciones que te hacen tambalearte y te siguen
poniendo a prueba, y al fin y al cabo, te cambian, te enseñan algo nuevo que
debías aprender.
Y reflexionas sobre todo lo
maravilloso, la gente estupenda que por suerte te encuentras por el camino. Uno
de mis lemas en la vida es que lo
importante siempre son las personas que tenemos, ya sean las más cercanas o
gente de nuestro entorno que sabemos que están ahí y que nos gusta que estén
incluso si no tenemos una relación tan estrecha.
Porque puedes conocer a tu mejor
amiga el primer día de instituto, aquella que te grababa sus discos en cinta de
casete y sin la que no hubieras sido capaz de aprobar las matemáticas de
tercero de BUP, y que te hizo el mejor currículum que seguro fue clave en
alguna entrevista de trabajo. Pero
también la puedes encontrar cerca de los cuarenta, a la que le cuentes tus
inseguridades y te entienda, te aconseje y de vez en cuando te mande una
canción de Spotify por Whatsapp para darte los buenos días y
estar un rato en sintonía, sabiendo que esa canción será la que escuches en
bucle durante los próximos días.
También darte cuenta de que a veces
das un espacio en tu vida a personas que no se corresponde con el espacio que
esas personas quieren ocupar, y que hay que entenderlo, y a lo mejor no hay que
darse tanto… pero al final es lo que soy, y ya he dicho alguna vez que si
pierdo mi esencia no soy nada.
Tal vez algo que he sacado en claro
este año es eso, cuál es mi propia esencia. Eso no lo enseñan en la escuela,
ojalá algún día en la escuela se eduque en emociones, pero de momento es tarea
nuestra conocernos a nosotros mismos.
Hay personas a las que les gustamos o
al menos les parecemos "buena gente" mientras que acatamos todo y estamos
calladitas. Pero si damos nuestra opinión o nos quejamos de algo, ya dejamos de
gustarles. Pero yo nunca he sido de callarme cuando algo no me parece justo, y
hablar a veces me ha dado problemas, pero es que eso también es parte de mi
esencia, y aunque me haya costado años entenderlo, ahora lo acepto e incluso me
gusta. Porque es lo que soy. Intento ser coherente entre lo que siento y cómo
actúo, entre lo que digo y lo que hago, simplemente porque es como me siento
bien.
Realmente me gustaría ser más
original e innovadora en lo que escribo, pero es que, humildemente, yo solo
escribo lo que me sale del corazón.
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