lunes, 6 de abril de 2020

Mis héroes


        No saben el significado de la palabra confinamiento aunque lleven ya un mes encerrados. Los primeros días cuando los llamaba me preguntaban incrédulos si nosotros, al igual que ellos, tampoco salíamos a la calle: No, papá, esto es para todo el mundo.

            Hace unos años se vinieron a la ciudad, más por deseo nuestro que suyo propio, huyendo de la soledad del campo donde siempre vivieron y en busca de comodidades como tener cerca las tiendas o el centro de salud. 

            Sus hobbies son fuera de casa: mi padre pasa sus mañanas en el paseo charlando con los amigos y sus tardes jugando la partida de dominó en el hogar de los pensionistas. Mi madre por la mañana va a gimnasia y hace sus mandados y por la tarde sale a andar con sus vecinas y, de vez en cuando, se toman un cafelito. 

            No hace falta que me llames todos los días, si nosotros estamos bien, me dice mi madre porque piensa que nos sube la factura de teléfono por llamarla más. Rara  es la vez que hablo con ellos y se dirigen a mí por mi nombre  sin mentar antes a mis cuatro hermanas: Susi, Toñi, Rocío, Mari, a ver si lo digo… Belén. Cada día cuando los llamo no se me ocurre más que darles ánimos, decirles que ya queda un día menos, y mi madre me contesta: no queda otra, pasensia.  

            No tienen cultura pero sí más sabiduría que muchos y son de esa generación de guardar para mañana; jamás tuvimos lujos, pero nunca nos faltó de nada tampoco. El tabaque de mi madre siempre estaba lleno de retales y en el cajoncito de la máquina de coser guardaba todos los botones para cuando le pudieran hacer falta. 

            Eso que a muchos nos parecía una tontería, ¿guardar para cuando vengan malos tiempos? Ya no van a venir tiempos malos. Eso creíamos. También son de los de repartir lo mejor a los demás, las naranjas más gordas, las mejores vituallas del huerto y de las matanzas, siempre eran para darlas. 

            Cada dos por tres se le queda el móvil negro, ella piensa que se ha escacharrado y simplemente es que se le ha quedado sin batería o lo ha apagado sin querer. Difícilmente se acuerda del pin aunque probablemente sea 1111. Sin embargo, cobrando la pensión mínima no contributiva siempre llega a fin de mes, no se le pasa ni el regalo de cumpleaños de ninguno de sus nietos y bisnietos ni nuestro aguilando en Navidad.

            Cuánto tenemos que agradecerles, cuánto que aprender de ellos. Y ahora son los más afectados por ser los más vulnerables y porque la gente más joven tenemos mil formas de entretenernos, miles de pelis y series que ver, libros que leer. Ellos no leen porque apenas aprendieron a leer, escribir y a hacer cuentas. No tuvieron derecho a más porque desde pequeños había que trabajar. Durante toda su vida es lo que han hecho, trabajar en el campo como mulos y sacar la familia adelante. 

            Nunca tuve miedo al virus por mí misma, ni siquiera por mis niños, tengo miedo por ellos, no se lo merecen, después de tantos años de trabajo, sacrificios, verse amenazados por esta situación en esta etapa de sus vidas.

            Este año no comeremos en su casa el viernes santo, como todos los años, potaje de semana santa y tortillas de bacalao. 

            Aunque  me digan que están bien yo sé que está siendo súper duro para ellos y que los días se les hacen interminables. Ellos, y todos los mayores que están encerrados en sus casas, son mis héroes.