jueves, 10 de mayo de 2018

Todo el mundo se equivoca y quien crea que no, se equivoca


Todos nos equivocamos y quién esté libre de equivocación que tire la primera piedra. 

Mis hijos se divierten mucho cuando me equivoco. Ellos deben de vernos a los padres como esos seres que todo lo saben: estamos siempre guiándoles, ordenándoles, diciéndoles cómo hacer las cosas, que el hecho de que nos equivoquemos les encanta. Además se regodean echándomelo en cara: «mami, te has equivocado, estás piripi» (utilizamos piripi en el sentido de «un poco loca»).

Y a mí, lejos de molestarme, me encanta. Me gusta que vean que es normal equivocarse, que todos nos equivocamos. Y que en ese simple gesto, ellos están aprendiendo una gran lección para la vida. 
 
Mientras parece que todo el mundo quiere llevar la razón, que nadie quiere dar su brazo a torcer y que aquí todos sabemos más que nadie, Mateo y Nacho ven a su mamá, la que todo lo sabe para ellos, cómo se equivoca a diario, muchas veces, y que no pasa nada. Porque cada error es una lección aprendida, porque quizás ya no tropezaré más veces con esa piedra (o tal vez sí); de los errores se aprende, y de que mis hijos me vean cometer errores y aceptarlos con humildad y seguir adelante también aprenden. 
 
He tenido errores garrafales como seguir estudiando una carrera que no me gustaba solo por el miedo al fracaso, o coger los primeros trabajos de mierda que me han salido por miedo a que me tildaran de vaga si decía que no a un trabajo, o hacer lo que otros esperaban que hiciera y no lo que realmente quería. He tenido errores al elegir a gente equivocada a veces, al pensar que era amistad cuando solo era interés, al ser demasiado confiada, al creer que todo el mundo es bueno, o al pensar que explicar los malentendidos vale de algo; o cuando he dado una opinión poco acertada porque algo dentro de mí me empujaba a hacerlo aún sin saber por qué. 
 
De todo se aprende y nunca es tarde, o tal vez sí para algunas cosas que ya nunca volverán a ser como antes.

Ante todo siempre hay que ser humilde, y dentro de lo difícil que es poner en práctica la educación en valores, con pequeños gestos como reconocer que nos equivocamos a diario, ya sea en chorradas o en temas un poco más graves que nos dan quebraderos de cabeza, podemos ser un ejemplo para los más pequeños. Que ellos vean que cuando uno se equivoca, se intenta buscar una solución, y que al final nos sobreponemos a todo y no que se te eche el resto encima para recordarte tu error, recriminarlo y ahondar en la llaga.

O eso creo.

Es como esa frase de yo no me arrepiento de nada. No me la creo. Yo me arrepiento de muchas cosas, que puede que cada error sirva para aprender y son parte de la vida, pero algunas cosas hubiera preferido nunca aprenderlas por error. 

Porque todo el mundo se equivoca, y quien crea que no, está muy equivocado.