sábado, 21 de diciembre de 2024

Un insulto que empieza por g

 - Mamá, un niño de mi clase me ha insultado.

- ¿Qué te ha dicho?

- Un insulto que empieza por g.


Porque Nacho sabe que los niños no dicen palabrotas, entonces no quiere repetir la palabra que le ha dicho su compañero de clase.


- ¿Te ha dicho gilipollas?

- Sí.

- ¿Sabes por qué te lo ha dicho?

- Estaba molestando a mi amigo y le he dicho que lo dejara, y entonces me ha dicho ese insulto.

- ¿Se lo has dicho a la seño?

- Sí.

- ¿Y qué ha pasado?

- La seño no ha hecho nada.


Varios días después, se repite la misma situación.


- Mamá, ese niño me ha vuelto a decir ese insulto.

- ¿Y se lo has dicho a la seño?

- Sí, pero no me hace caso, no hace nada.


Le escribo por la aplicación a la seño para pedirle una tutoría, pero un par de días después, Nacho vuelve del colegio bastante mal y nos dice que el niño le ha dicho otro insulto.


- ¿Qué te ha dicho, Nacho?

- No quiero decirlo.

- Nacho, nos lo tienes que decir.

- Un insulto que empieza por hdp.

- Nacho, ¿se lo has dicho a la seño?

- Siempre dicen que van a hablar con él, pero nunca pasa nada…


 Frustrado, impotente, no sé si con pena o con rabia.


El papá de Nacho: esto no puede seguir así, no lo podemos consentir. Durante días, Nacho ha ido al colegio triste, desmotivado, quizás con un miedo que quiere esconder porque es demasiado listo y no quiere preocuparnos.


Le escribimos por la aplicación a la seño, con copia a la directora del centro: “A nuestro hijo lo están insultando desde hace días, nos cuenta que se lo ha dicho a la seño, pero que no hace nada. Esta situación se tiene que acabar".


Recibimos contestación de la directora: “Ya se han tomado las medidas pertinentes”.


La seño nos da cita para tutoría y vamos la semana siguiente. Le comentamos lo ocurrido y se hace incluso la sorprendida. No sabía que Nacho lo llevara tan mal (como si el hecho de que, con ocho años, un compañero te llame de forma continuada gilipollas o hijo de puta fuese algo de lo más normal). Le decimos que eso hay que cortarlo de raíz, que no vamos a consentir que un niño feliz vaya al colegio con desgana o con miedo pensando que ese compañero lo va a insultar. Le preguntamos cuáles son las medidas que se han tomado.


Nos contesta que se han tomado medidas, aunque no nos dice cuáles por proteger a ese menor, que es un niño con muchos problemas. El niño en cuestión sigue sentado al lado de nuestro hijo. 


- Si está insultando a mi hijo, y sigue sentado a su lado, ¿me puedes decir cuáles son las medidas pertinentes que decís que se han tomado?


- Por protección de ese niño, no podemos decir las medidas que hemos tomado. Pero la próxima vez, seguid el protocolo y  hablad conmigo y no le mandéis mensaje a la directora.


Parece que importa la protección del acosador e importa el protocolo (no inmiscuir a la directora del centro) pero cómo le afecte a mi hijo… ¿le importaba a alguien?


En los días sucesivos, hablo con la orientadora porque la conocía de fuera del centro. Toda la conversación gira entorno a los problemas que tiene el “niño acosador”: “Es un niño con muchos problemas, se han tomado medidas”.


Empatizo y lo siento mucho por esos niños que tienen tantos problemas, me consta que los niños acosadores y abusones son niños en muchas ocasiones con falta de cariño, con falta de atención por parte de sus padres o incluso con trastornos más graves.  Pero a nadie en ningún momento le preocupó cómo le afectaba a Nacho.


La seño me preguntó: ¿Es que Nacho lo lleva mal?


No seño, a Nacho, un niño bueno y educado, le encanta venir al cole a que su compañero le llame gilipollas e hijo de puta. 


Todo fue una novedad para ella, no le había dado ninguna importancia.


La orientadora incluso me comentó que, después de nuestra tutoría, la seño había estado llorando, que lo había pasado muy mal, casi con la intención de hacerme sentir mal por haber pedido explicaciones.


¿En algún momento alguien ha pensado en mi hijo? ¿A nadie se le ha ocurrido preocuparse por el niño al que están insultando?


Pues esto es el sistema.


Nacho lo pasó un poco mal, pero no llegó a pasarlo demasiado mal porque fuimos muy rápidos en ir al centro y exigir que eso se cortara de raíz y que no íbamos a consentir que nuestro hijo dejara de ir al cole feliz porque otro niño lo insultara de manera recurrente.


También porque hemos educado a nuestro hijo para que sepa lo que está bien y lo que está mal, lo que no tiene que permitir y que tiene que confiar en papá y mamá porque estamos aquí para protegerlo y ayudarlo.


Todo giraba entorno al “niño acosador”, que no dudo que tenga muchos problemas y que sea una situación complicada, pero tampoco llegaré a entender nunca que por protegerlo a él, a nadie se le pasara por la cabeza ni un momento que mi hijo podía estar pasándolo mal.



Pareciera como si lo raro es que un niño no insulte o diga palabrotas.


Cuántas cosas se están haciendo mal.


viernes, 26 de julio de 2024

El tirador más noble

  Desde que nacieron, mi obsesión ha sido que sean buenas personas; toda mi energía la he enfocado principalmente en eso. Y hoy, con once y nueve años, de lo que más orgullosa estoy es de que cada vez que van con alguien, me digan lo bien que se han portado. Más allá de sus notas excelentes, más allá de lo responsables que son en el cole, en el conservatorio, en cada actividad a la que se apuntan, en su vida en general... Que sean ellos, por ejemplo, quienes me meten prisa porque no quieren llegar tarde a ningún sitio. Sin embargo, lo que más orgullosa me hace sentir es que me digan lo buenos que son.

    En muchas ocasiones me han dicho que qué suerte tengo con mis niños, que son muy buenos. Como si eso fuera una lotería, a unos les tocan buenos y a otros les tocan de otra manera. Pero, de suerte nada: pico y pala desde que los traje al mundo. Darles mucho amor, ponerles límites, transmitirles valores...  Y no soy infalible (ya quisiera), dudo mucho y tengo muchas inseguridades, me equivoco a menudo y les digo que me he equivocado y les pido perdón. Que mis hijos no son los mejores, que no pretendo hacer creer eso ni mucho menos. Que como madre no tengo un manual ni una varita mágica, no siempre sé lo que está bien o no, ni tengo respuestas para todo ni creo que exista una forma ideal de educar, solo trato de  seguir mi instinto y hacerlo como me hubiera gustado que lo hubieran hecho conmigo.

    Y repito que tengo claro que mis niños no son perfectos, ni tienen que serlo. Están aprendiendo, tienen que cometer errores, eso es la vida, equivocarse y nunca dejar de aprender. Pero tampoco me esperaba que siendo aún tan pequeños ya se fueran a encontrar en sus caminos con personas que quisieran echarles mierda y, perdón por la expresión, pero no me viene a la cabeza ninguna más apropiada. Por los motivos que sean, que intuyo pero no voy a explicar aquí, ya han mentido sobre ellos haciéndonos mucho daño.

    Y si como decía al principio, mi obsesión siempre ha sido que sean buenas personas, ahora me planteo si con eso era suficiente, si no me habré equivocado (una vez más) y tendría que haberles enseñado también un poco de malicia.

    El foco en estos momentos lo pongo en que aprendan a poner límites a los demás, algo que yo nunca aprendí y ahora estoy intentando solventar. Es tan básico como que no tienen que juntarse con personas (normalmente otros niños) que les hacen sentir mal: si no están cómodos con alguien, tienen que poner distancia y si te hace sentir mal, no es tu amigo, porque los amigos te hacen sentir bien. Y parece obvio, pero es la base de todas las relaciones.

    Y también soy muy consciente de que puedo hablar hasta el día de hoy, mañana todo puede cambiar. Hablo solo hasta el momento presente, lo que son mis hijos ahora. Y escribo esto justo hoy que he recibido varios mensajes de diferentes personas con quienes mis hijos han salido estos últimos días y en esos mensajes me dicen lo bien que se han portado, lo buenos que son. No sé cómo serán en el futuro, la vida da muchas vueltas, la adolescencia es una etapa complicada, pero sí sé lo que son ahora, niños, con sus cosas como todos, pero con un corazón muy bonito y, sobre todo, sé lo que no son por mucho que algunos, trepas y suavones, hayan querido inventar por querer destacar. Pero los niños no se tocan y conmigo han topado.


    Muchas personas me han dicho de Nacho que es un niño noble. Personas de distintos contextos: la escuela, el conservatorio, el baloncesto. Me llama la atención que se refieran a Nacho como un niño noble, no solo bueno, sino NOBLE. Noble tiene que ser más que bueno: leal, bondadoso, honesto, generoso, honrado... Me encanta analizar el lenguaje, seleccionar las palabras más adecuadas. Si esas personas hablan de mi niño como un niño noble, no puede ser casualidad. Como no es casualidad que una madre me llame para decirme que su hijo solía estar solo en el patio y Nacho era quien se acercaba para decirle que jugara con él y un padre de un compañero del conservatorio me pregunte qué horario hemos escogido para intentar que su hijo esté en el mismo grupo que Nacho.

    Estos días, limpiando cajones, encontramos un diploma de hace ya unos añitos, de sus inicios en el baloncesto y el título que le dio su entrenador fue al tirador más noble. Me parece el título más bonito que le podrían haber dado y me he animado a escribir otra vez después de algún tiempo para, como hago siempre, desahogarme y sacar lo que llevo dentro, lo que me preocupa o, en este caso, simplemente, me da coraje. Pareciera que, al expresarlo, doliera un poco menos.