viernes, 26 de julio de 2024

El tirador más noble

  Desde que nacieron, mi obsesión ha sido que sean buenas personas; toda mi energía la he enfocado principalmente en eso. Y hoy, con once y nueve años, de lo que más orgullosa estoy es de que cada vez que van con alguien, me digan lo bien que se han portado. Más allá de sus notas excelentes, más allá de lo responsables que son en el cole, en el conservatorio, en cada actividad a la que se apuntan, en su vida en general... Que sean ellos, por ejemplo, quienes me meten prisa porque no quieren llegar tarde a ningún sitio. Sin embargo, lo que más orgullosa me hace sentir es que me digan lo buenos que son.

    En muchas ocasiones me han dicho que qué suerte tengo con mis niños, que son muy buenos. Como si eso fuera una lotería, a unos les tocan buenos y a otros les tocan de otra manera. Pero, de suerte nada: pico y pala desde que los traje al mundo. Darles mucho amor, ponerles límites, transmitirles valores...  Y no soy infalible (ya quisiera), dudo mucho y tengo muchas inseguridades, me equivoco a menudo y les digo que me he equivocado y les pido perdón. Que mis hijos no son los mejores, que no pretendo hacer creer eso ni mucho menos. Que como madre no tengo un manual ni una varita mágica, no siempre sé lo que está bien o no, ni tengo respuestas para todo ni creo que exista una forma ideal de educar, solo trato de  seguir mi instinto y hacerlo como me hubiera gustado que lo hubieran hecho conmigo.

    Y repito que tengo claro que mis niños no son perfectos, ni tienen que serlo. Están aprendiendo, tienen que cometer errores, eso es la vida, equivocarse y nunca dejar de aprender. Pero tampoco me esperaba que siendo aún tan pequeños ya se fueran a encontrar en sus caminos con personas que quisieran echarles mierda y, perdón por la expresión, pero no me viene a la cabeza ninguna más apropiada. Por los motivos que sean, que intuyo pero no voy a explicar aquí, ya han mentido sobre ellos haciéndonos mucho daño.

    Y si como decía al principio, mi obsesión siempre ha sido que sean buenas personas, ahora me planteo si con eso era suficiente, si no me habré equivocado (una vez más) y tendría que haberles enseñado también un poco de malicia.

    El foco en estos momentos lo pongo en que aprendan a poner límites a los demás, algo que yo nunca aprendí y ahora estoy intentando solventar. Es tan básico como que no tienen que juntarse con personas (normalmente otros niños) que les hacen sentir mal: si no están cómodos con alguien, tienen que poner distancia y si te hace sentir mal, no es tu amigo, porque los amigos te hacen sentir bien. Y parece obvio, pero es la base de todas las relaciones.

    Y también soy muy consciente de que puedo hablar hasta el día de hoy, mañana todo puede cambiar. Hablo solo hasta el momento presente, lo que son mis hijos ahora. Y escribo esto justo hoy que he recibido varios mensajes de diferentes personas con quienes mis hijos han salido estos últimos días y en esos mensajes me dicen lo bien que se han portado, lo buenos que son. No sé cómo serán en el futuro, la vida da muchas vueltas, la adolescencia es una etapa complicada, pero sí sé lo que son ahora, niños, con sus cosas como todos, pero con un corazón muy bonito y, sobre todo, sé lo que no son por mucho que algunos, trepas y suavones, hayan querido inventar por querer destacar. Pero los niños no se tocan y conmigo han topado.


    Muchas personas me han dicho de Nacho que es un niño noble. Personas de distintos contextos: la escuela, el conservatorio, el baloncesto. Me llama la atención que se refieran a Nacho como un niño noble, no solo bueno, sino NOBLE. Noble tiene que ser más que bueno: leal, bondadoso, honesto, generoso, honrado... Me encanta analizar el lenguaje, seleccionar las palabras más adecuadas. Si esas personas hablan de mi niño como un niño noble, no puede ser casualidad. Como no es casualidad que una madre me llame para decirme que su hijo solía estar solo en el patio y Nacho era quien se acercaba para decirle que jugara con él y un padre de un compañero del conservatorio me pregunte qué horario hemos escogido para intentar que su hijo esté en el mismo grupo que Nacho.

    Estos días, limpiando cajones, encontramos un diploma de hace ya unos añitos, de sus inicios en el baloncesto y el título que le dio su entrenador fue al tirador más noble. Me parece el título más bonito que le podrían haber dado y me he animado a escribir otra vez después de algún tiempo para, como hago siempre, desahogarme y sacar lo que llevo dentro, lo que me preocupa o, en este caso, simplemente, me da coraje. Pareciera que, al expresarlo, doliera un poco menos.


                                                    

No hay comentarios:

Publicar un comentario