Hemos estado en las atracciones de la
feria que ponen por navidad. Nacho, la última vez que se subió en los coches de
choque, hace como un par de meses en alguna feria, aún lo hacía como
acompañante de su hermano. Hoy ha querido subirse solo, y no sólo lo ha hecho,
sino que lo ha conducido sin problema. Pequeños detalles con los que veo que se
me hace grande. En algún momento, cada
vez más cercano, dejará de necesitarme tanto. Y alguna noche dejará de buscarme,
entre sueños, para darme un beso espontáneo o decirme «mami, abrázame».
Y
no quiero que se acaben los mejores años de mi vida, estos años desde que os
tengo, no quiero que os hagáis grandes, al menos no tan rápido. Es la paradoja de esa alegría inmensa de
veros crecer y la tristeza de saber que estos momentos no volverán. Y no
quiero parecer y, mucho menos, ser, de
ese tipo de madre egoísta que quiere a sus hijos bajo su propiedad, más bien
quiero que voléis y viváis vuestras vidas, pero es innegable que hay momentos
que no se repetirán, y no quiero ni pensarlo, pero la realidad es que lo pienso
a menudo.
Nacho,
tan zalamero que me dices cuando ya estoy con el pijama puesto y mi moño de
loca, sentada en el baño antes de irnos a dormir «pero mami, ¿cómo eres tan
guapísima?», y juegas con tu vocabulario para decirme que estás supercansaíto cuando quieres que te coja
o que quieres que te prepare un colacaíto;
de las pocas veces que me pongo un vestido y me dices que parezco una princesa,
o como conjugas los géneros y me dices «mami, yo soy tu novia».
Desde
que naciste fuiste una luz en mi vida, la
luz de tus ojos es la luz de mi vida. Desde que te traje al mundo, te saqué
de mí con mis propias manos, ese momento indescriptible… siempre lo he dicho
que contigo hice un buen trato: te di la vida una vez y tú a cambio me la das
cada día. Por supuesto que salí ganando.
Hazte
grande, pero sé siempre como eres ahora. Ojalá nunca dejes de tener las ideas
tan claras, porque aunque me has dicho que unas niñas se han reído de tu
pandereta porque tiene forma de estrella, a ti te encanta y no quieres llevar
otra. Parece que eres un miniyó pero
solo por esa carita que tenemos tan parecida en las pocas fotos que tengo de
cuando era como tú.
Será
que acabas de cumplir cuatro años y de repente te sientes súper mayor y quieres
ser un niño grande cuando hace nada aún querías ser pequeño para que te mimara
más. Será también la navidad que me hace estar más nostálgica pensando en
tiempos pasados, en que no hace tanto yo era una niña también, pero de un
tiempo a esta parte parece que los días, las semanas, los años vuelan… y viéndoos
a vosotros crecer, nosotros crecemos también aunque de una forma diferente.
Vivir
la navidad con vosotros lo llena todo de ilusión: montar el árbol y el belén,
las luces en las calles, escribir la carta a los Reyes y que Mateo pida en su
carta una cajita de música para mamá porque le conté cuando vimos Ballerina que yo de pequeña quería tener
una (eso sí, me aclaró que tendré que compartirla con él si sus Majestades me
la traen).
No
quiero imaginarme mi vida aún sin esa bendita inocencia que os invade y me
contagiáis. Porque a Mateo empezó a darle mucho miedo la muerte y desde que ha
visto (no sé cuántas decenas de veces) la película Coco, sabe que papá y mamá nunca se van a ir del todo porque en
casa hay fotos nuestras.
Porque
no quiero que esta etapa pase todavía.
Quiero
poder elegir, y yo tampoco hacerme grande.
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