viernes, 30 de noviembre de 2018

¿Un puzle para niño o para niña?


            Hace unos meses fui a comprar un puzle para Nacho en una tienda muy conocida aquí cerca de donde vivimos. Allí no están expuestos sino que hay que pedírselos a la dependienta y antes de enseñármelos me preguntó si era para un niño o una niña. Mi primera sensación fue un poco de «no entiendo la pregunta» y enseguida le contesté que cuál era la diferencia entre los de niño y los de niña, sin ninguna intención, simplemente, algo no me encajaba. Enseguida reaccioné, y claro, la diferencia era que si tiene colores pastel, o muchos colores, o florecillas, es para las niñas, y si tiene colores más oscuros, carece de flores, o es de coches o dinosaurios (por ejemplo) es de niño.
            Le dije a la dependienta que me enseñara varios independientemente de que fueran de niño o de niña, el único requisito es que tuviese sobre veinte piezas o, si iba por edad, para cuatro años. Creo que la mujer se sintió un poco ofendida, como si la estuviese atacando, aunque en ningún momento fue mi  intención; mi primera reacción fue casi instintiva por incredulidad. Cuando ya me estaba mostrando los puzles, se excusó contándome que solo me lo había dicho por no tener que dar muchas vueltas porque eran las madres quienes le pedían un puzle para niña (con colores vivos, con princesas con corona, sin coches, etc.) o para un niño (sin maripositas, y con cosas de machotes). Lo que pongo entre paréntesis es de mi cosecha, es lo que pienso que entienden por diferencia muchas personas para distinguir que un puzle sea de niño o de niña, porque disculpad mi torpeza, sigo sin verlo. 
            Hoy he estado comprando algunos cuentos para mis niños y me ha llamado la atención cuando he leído uno en el que ponía «cuentos para niños de ocho años». Lo he mirado y quería pensar que con «niños» se refería a nuestro plural genérico que incluye en español masculino y femenino. Le doy la vuelta y pone «cuentos para niños y niñas», pensé entonces que sería el lenguaje inclusivo tan extendido actualmente, pero no. No, porque ese desdoblamiento era para hacer una diferenciación entre los cuentos que esta editorial publica para niños, por un lado, y niñas, por otro. Increíble pero cierto.
             Juguemos a las adivinanzas, ¿de qué color eran los cuentos para niños y de qué color eran los cuentos para niñas? ¡Bingo! Azul para los niños y rosa para las niñas. Muy predecible, lo sé. ¿Qué cuentos eran para las niñas y cuáles para ellos? No necesita mucha aclaración, muy previsible también: cuentos de princesas para criar chicas indefensas y sumisas versus héroes valientes para criar machotes. No me gustan ni los unos ni los otros, pero en todo caso, los cuentos deberían ser para todos. 
            Me da la sensación de que damos  pasos atrás. Y me fastidia porque por  más que le  escribí  a Mateo el cuento  Los colores son de todos, el tiempo parece que juega en contra, cada vez son más influenciables por otros círculos que no somos sus padres, y ahora dice que no le gusta el rosa aunque yo sé que le encanta. También le gusta la purpurina, y quién ha dicho que la purpurina sea de las niñas, pero sé que le gustará hasta que alguien se ría y le diga que eso es de niñas. Y un niño de cinco o seis años no cree que la purpurina y el rosa sean de las niñas por sí solo, sino porque lo ha oído de alguien mayor. El rosa no es de las niñas, es de todos a los que les guste el rosa, y la purpurina también. 
            Antes de educar a los niños se debería educar a muchos padres, porque a lo mejor pensamos que son tonterías, que no es tan grave, y seguramente no lo es que en vez de pintar sus dibujos de rosa ahora los pinte de naranja, o de gris (pese a ser un color mucho más triste). Lo que pasa es que muchas veces no somos conscientes del poder de las palabras, hablamos sin darnos cuenta con constantes etiquetas y los niños lo captan todo. 
            Además está la realidad del día a día: en las actividades extraescolares de deporte la mayoría de alumnos son niños varones; las niñas van a ballet, a zumba, a bailes varios. Evidentemente cada uno elige lo que le gusta como actividad, no sé quién, si  los niños o los padres: sería genial que los niños sean los que elijan qué actividad quieren, siempre que los padres podamos, pero parece que ya desde pequeños hay actividades enfocadas a niñas y otras a niños, que no es así, o no debería serlo, pero la realidad es lo que demuestra.
            Con todo esto lo que quiero decir es que no me gusta que mi niño oculte que tiene una princesa con la que juega a veces a escondidas de la gente, aunque sus padres lo vean como algo absolutamente natural, porque por otros cauces él ha percibido que eso no es lo normal. Es un niño, ¡que juegue con lo que quiera!
            También, porque me fastidia que mientras sigamos repitiendo roles, etiquetando a niños, recreando los estereotipos machistas tradicionales, no vamos a avanzar a la igualdad que tanto necesitamos. A la igualdad solo se puede llegar a través de la educación, inculcándola desde pequeños. Y aunque muchos lo intentemos, si siguen recibiendo mensajes contradictorios por otras vías, porque no todos educan con esos  valores,  no podremos avanzar.

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